Sefárdica

La realidad judía en la historia de España y su diáspora
Introducción

Sefárdica recoge en una sola palabra una extraordinaria variedad de escritos que derivan todos de los acontecimientos que hubieron de poner fin a la presencia oficial de judíos en España. “Sefarad” es el vocablo bíblico usado para referirse a la España judía en la Edad Media, pero “sefardíes” o “sefarditas” remite a los judíos que salieron de España tras la Expulsión de 1492 y a sus descendientes. Hasta aquí el término parece claro, cargado de una densa y dramática historia. Sin embargo, cuando vemos cómo se usan hoy la palabra “sefardí” o “Sefárdica” en español –para no hablar de su uso en otras lenguas, siempre con importantes diferencias de matices o de sentido– se observará que recoge la gran variedad de destinos y elecciones de aquellas personas o colectivos aludidos: “sefardíes” son por ejemplo unos judíos que tuvieron que salir de Castilla en 1492 y que arribaron tras un azaroso viaje a Constantinopla donde empezar a rehacer sus vidas; “sefardíes” serán también los hombres y las mujeres que se convirtieron al cristianismo o sus descendientes, y que en algún momento, por algún motivo, deciden salir de España, Portugal o sus territorios para regresar a la fe mosaica en una de las comunidades judías fundadas en Europa occidental o en el mundo atlántico, ya que aquellas colonias estaban siempre estrechamente vinculadas a las rutas del comercio internacional.

“Sefárdica”, nombre de coleccionismo, refiere aquí a los libros que son testimonio de este destino de las juderías españolas tras los pogromos de 1391 y el Edicto de Expulsión de 31 de marzo de 1492 y sus consecuencias tan ramificadas. Sefárdica incluye las obras literarias y científicas de conversos, de judíos salidos de España en 1492 y sus descendientes, de judaizantes o judíos descendientes de conversos, y del mundo social, político y cultural en que se encontraron. Sin la tragedia del fin de Sefarad toda esta literatura no habría sido posible; pero como se verá, muchos textos son, como siempre, respuestas, valientes, creativas, dubitativas… a los retos que impone el destino. Dada la variedad de épocas, situaciones, personalidades y lenguas que aquí se recogen, tratemos de ordenar y sintetizar la gran riqueza de títulos que se encuentran en cada sección.

“Literatura española y portuguesa”, el mayor apartado en esta sección de “Sefárdica” refleja en su mayoría la producción escrita de los conversos, es decir de los descendientes de judíos españoles que recibieron el bautismo.

Entre ellos figuran autores plenamente asimilados a la fe cristiana, que heredaron de sus antepasados una tradición científica: médica en los casos del portugués García de Orta (ca. 1498-1568) [263], hijo de judíos españoles desterrados en 1492, o Andrés Laguna (ca. 1510-1559) [278], hijo de conversos segovianos. Aunque ellos o sus familias por su linaje fueron víctimas de discriminación social o sufrieron persecución inquisitorial, legaron obras de gran prestigio. Otro médico de origen converso, Miguel de Silveira (ca. 1580-1640) residió en el Madrid en tiempos de Felipe IV y del Conde Duque de Olivares, donde destacó también como poeta. En Nápoles hizo imprimir en 1638 un poema bíblico El Macabeo [267], celebrado por los españoles de su tiempo. La composición no tiene contenido judío, es decir no se pronuncia a favor del judaísmo o contra la religión cristiana; pero revindica un pasado hebreo y con ello también el linaje del mismo autor. Otros autores notables dedicados a los héroes bíblicos de Israel son Felipe Godínez (1582-1659) [292*], un teólogo y predicador converso sentenciado por judaizante, aunque escribiera autos sacramentales dentro de la más estricta ortodoxia católica, y Antonio Enríquez Gómez (1600-1663) [273*, 276, 301, 302* y 318] cuya vida y obra recoge las dificultades y dudas de una persona confrontada siempre con su origen converso. Mercader, autor autodidacta, dramaturgo de éxito, abandonó España y vivió durante más de diez años en Francia, escribiendo obras con una fuerte crítica a la Inquisición y a la discriminación que sufrían los conversos. En su exilio en Francia se encontraba con una “Nación” de conversos dividida, entre los que se identificaban con el cristianismo y los que quisieron vivir como judíos y las lealtades opuestas que ello significaba.

Igual que en Antonio Enríquez Gómez y su familia, se observan entre los conversos lazos familiares fuertes a la vez que elecciones conflictivas de religión. Así sucede con la familia de los Abravanel de Ámsterdam, fundada por el judeoconverso portugués Luis Gomes de Medeiros que escogió la ciudad del Norte para vivir abiertamente como judío, reclamando su descendencia de la famosa familia de los Abravanel de España y Portugal. Su hijo Joná Abravanel destacó como poeta, financió una edición del psalterio en español y varias oracionales [269], y fue uno de los contribuyentes más destacados a unos elogios poéticos que hicieron los sefardíes de Ámsterdam a dos judaizantes quemados vivos en autos de fe en España. Rachel, hermana de Joná, se casó con el rabino portugués Menasseh ben Israel (nacido Manoel Dias Soeiro 1604-1657): los dos estaban, pues, plenamente integrados en la comunidad sefardí. Sin embargo, otro hermano, Manoel Tomás (1585-1665) [265 y 271], nunca quiso renunciar de su fe cristiana y permaneció en la ortodoxia católica, publicando obras poéticas dedicadas a Portugal.

La figura que reúne en su persona las lealtades dobles que podían tener los conversos es sin duda el poeta Miguel de Barrios (1635-1701). Nacido en Montilla, salió como otros miembros de su familia de cristianos nuevos portugueses de España para huir de la persecución inquisitorial. Miguel pasó de Niza a Livorno, hizo un malogrado viaje al Nuevo Mundo que terminó con un naufragio y la muerte de su primera esposa, y acabó instalándose en los Países Bajos donde se unió a la comunidad judeoportuguesa y se volvió a casar. En Ámsterdam usó el nombre Daniel Leví. Las poesías famosas, una de sus obras más famosas, es una colección de poesías y tres comedias de capa y espada en la cual recoge las poesías de su juventud, y también refleja cómo el joven Barrios acudía a la corte española de Bruselas, llevando el título de capitán de infantería y dedicando numerosas poesías a las personalidades españolas de allí. La primera edición de estas poesías se publicó en 1665 con el título Flor de Apolo en Bruselas, pero sabemos que Barrios había solicitado permiso a las autoridades de la comunidad sefardí de Ámsterdam para publicarlo. Los rabinos que examinaron el libro se escandalizaron con los elogios a príncipes y nobles españoles, y más todavía con los versos amorosos o eróticos que encontraron en la colección y rehusaron dar su visto bueno. Miguel consiguió publicarlo en Flandes, tal y como lo había propuesto. La nueva publicación de 1708 [287*] demuestra que el poeta gozaba de cierta popularidad en el público hispánico y de hecho, las poesías nunca fueron censuradas por la Inquisición. No ha de pensarse sin embargo que el poeta montillano tuviera una actitud distante de la comunidad sefardí a la que perteneció. Paralelamente a la publicación de versos dirigidos a lectores hispánicos, componía obras que defendían el judaísmo y a pesar de la crítica a su poesía mundana, sus correligionarios apreciaron mucho las obras de Daniel Leví de Barrios en las que elogiaba el judaísmo, la comunidad sefardí de Talmud Torá de Ámsterdam y sus personalidades destacadas, convirtiéndose incluso en su historiador oficioso.

Vida religiosa y actividades seculares, notablemente el comercio internacional, definieron a los sefardíes de origen converso y por ello en su literatura se hallan testimonios de una mentalidad mercantil y financiera que no se podía encontrar en la España de aquel tiempo, entre el siglo diecisiete y dieciocho. Un escritor y una obra emblemáticos son, a este respecto, José Penso de la Vega (ca. 1650-1692) [284]. Hijo de un converso portugués huido de la Inquisición, en su familia todos se dedicaban al comercio, pero arribados a las comunidades sefardíes del Norte de Europa, también recibían una educación judía. Así, nuestro José publicó con solo diecisiete años una comedia hebrea moralizante, dirigida a los jóvenes de su comunidad: lengua y contenido eran hebreos, pero la forma alegórica seguía los autos sacramentales españoles. Posteriormente fue enviado a Livorno para atender los negocios de su familia, pero a la vez su inclinación literaria le llevó a conocer los escritores barrocos italianos del momento y a fundar una academia literaria entre los sefardíes de la ciudad portuaria. Posteriormente de vuelta a Ámsterdam, se revela un escritor extremamente retórico y erudito. Hoy día es aún recordado por Confusión de confusiones (1688) la obra que dedicó a la bolsa de acciones de Ámsterdam en unos diálogos hiperbarrocos entre un mercader, un accionista y un filósofo. El autor encontró en la agudeza y los juegos literarios la manera de abordar el mundo irracional de la especulación. Un siglo más tarde, encontramos en el sefardí Isaac de Pinto a un gran pensador económico [365*], al corriente de la sociedad y economía de su tiempo, y a la vez representante de su comunidad judía a la que defendía contra los prejuicios estereotipados del filósofo Voltaire [368].

Convicciones y dudas religiosas entre autores conversos, siempre atraídos por una literatura en español o portugués, a la zaga de los grandes autores del llamado Siglo de Oro: Quevedo, Góngora, Lope de Vega, y del lado portugués, Camões y el padre António Vieira, sus grandes modelos, el efervescente ambiente literario de la Diáspora sefardí occidental no debe ocultarnos que para aquellos judíos de origen converso la literatura servía en primer lugar un fin concreto: reconducir al judaísmo normativo a todos aquellos hombres y mujeres de origen judío que habían crecido en el catolicismo ibérico. Para este propósito, la Diáspora sefardí contó desde su inicio con la imprenta. Primero fueron las comunidades de sefardíes de Ferrara y Venecia donde salieron estos libros. En Ferrara, un equipo dirigido por Abraham Usque y Yomtob Atías preparó una traducción española de la Biblia, con un literalismo extremo: “palabra por palabra de la verdad hebraica” que salió impresa en 1553 y fue el modelo de no menos de siete reediciones posteriores [274], todas de Ámsterdam. Esa traducción, pronto conocida como la “Biblia de Ferrara” [262] restablecía para los conversos que volvían al judaísmo el nexo con la tradición perdida tras años o generaciones de vida cristiana. Compensaban su ignorancia del hebreo con la lectura en español y así podían participar en los servicios de la sinagoga que giraban, como en todo el mundo judío, alrededor de la lectura de la Torá en la lengua sagrada. Ediciones especiales de Torá con Profetas (titulados “Cinco Libros de la Ley divina” o “Humás con Aftarot”) [283 y 291], basadas en la Biblia de Ferrara representan esa práctica litúrgica en español para los nuevos judíos de origen converso. Nos imaginamos a aquellos “judíos nuevos” trayendo consigo estas ediciones de Biblia o los libros de oraciones [264, 279, 281, 285, 286, 294, 297, 303, 308, 309, 310*, 311, 312 y 314], todos en formato manejable, a la sinagoga, musitando en español lo que oían en hebreo. En esas ediciones litúrgicas hechas para los recién introducidos algún rezo, como el Shema Israel, figuraba en hebreo, pero transcrito en caracteres romanos para que lo pudieran recitar incluso sin conocer todavía bien la lengua sagrada. Esos libros seguían usándose en casa, en lecturas individuales o colectivas, con algunos textos traducidos [269, 296 y 313] ya tan populares en la liturgia que se seguían recitando incluso cuando aquellos sefardíes hablaban las lenguas de las tierras que los habían acogido. Véase por ejemplo el Cantar de los cantares [305* y 319*] que se recitaba en la sinagoga y en las familias entre las fiestas de Pesah y Shavuot, junto con los tan populares aforismos rabínicos los Pirke Avot; este texto tuvo múltiples ediciones tanto en el mundo sefardí oriental como en el occidental, entre 1619 (si no antes) y 1867, la última edición aún impresa en Ámsterdam.

Si bien la sinagoga, la comunidad, sus rabinos e instituciones eran el núcleo de la vida judía, se observa en esta colección que solo recoge una parte de la gran producción impresa y escrita de los sefardíes, la enorme importancia de textos y libros para los ex conversos. Dedicados en su mayor parte al comercio, sus comunidades tenían un índice elevado de alfabetismo, por lo que la palabra escrita cumplía en su transición al judaísmo normativo un importante papel. Ahora bien, también era precisamente por su educación, gozada por ejemplo en universidades españolas o portuguesas, que no todos los conversos aceptaban sin más las normas y la autoridad del judaísmo tradicional. Son conocidos los casos de Uriel da Costa y Juan de Prado, quienes desafiaron con sus opiniones y argumentos el judaísmo rabínico, no dispuestos a seguir sin más una larga serie de preceptos nacidos con una secular tradición interpretativa. Aquellos precursores del filósofo Spinoza no eran los únicos que desafiaban a las autoridades judías.

Conscientes de la necesidad de instruir y convencer, surgió en la Diáspora sefardí occidental una gran literatura de explicación y defensa del judaísmo en lengua romance. Un ejemplo recogido en esta colección es el Tesoro de preceptos preparado por Isaac Atías [270] quien explicaba en esa obra los 613 misvot, las obligaciones y prohibiciones, señalando su procedencia bíblica y cómo las habían interpretado los rabinos para la vida diaria. En su vertiente más práctica salieron manuales basados en el popular Sulhan Aruj de Yosef Caro [21], que describen los preceptos siguiendo el ritmo de actividades cotidianas, tanto en el mundo sefardí occidental como en el oriental. En otro nivel, salen también títulos de literatura ética y moral que proponen el judaísmo como una manera de llevar una vida social y éticamente armoniosa. Esos libros proporcionaban a los judíos la motivación, incluso la inspiración de su elección religiosa. De toda esta literatura de educación en español y portugués nos constan múltiples ejemplos. Constituyen un patrimonio judaico en lengua vernácula y para el lector hispánico actual; no solo son objetos de curiosidad sino, con frecuencia, también tesoros de sabidurías, aforismos, anécdotas. Muestran, como en el ejemplo de uno de los grandes clásicos, el Hovot halevavot u Obligación de los corazones, del autor Bahya ibn Pacuda, obra filosófico-espiritual nacida en la España musulmana medieval, traducida e impresa en ambas Diásporas sefardíes [323], la extraordinaria riqueza del judaísmo hispano. No debemos olvidar, sin embargo, cómo la religión judía recibió nuevos impulsos en la Diáspora. En la presenta muestra, destacan las obras del rabino Menasseh ben Israel (1604-1657) [266, 272*, 320*, 362 y 363], quien no solo introducía a los ex conversos de su comunidad en la religión de sus antepasados, sino también comentaba ese judaísmo a los muchos cristianos eruditos, teólogos, hebraístas o filósofos que encontraban en aquel sefardí un experto judío a la vez que un hombre versado en las lenguas del mundo.

El segundo apartado de Sefárdica representa la cultura impresa de los judíos que salieron de España tras el Edicto de la Expulsión y las comunidades que fundaron en el mundo mediterráneo levantino, en su mayor parte bajo el imperio otomano, con posteriores ramificaciones en los Balcanes. Esa cultura se distingue por el uso de su lengua, el llamado judeoespañol, que nos ha legado una impresionante tradición oral, todo un saber y vitalidad religiosa-cultural transmitida en canciones, poemas y cuentos: es una parte que en una recopilación bibliográfica como esta queda apenas representada.

El legado escrito de la Diáspora sefardí oriental se distingue por el uso del judeoespañol, todavía no tan distinto del español peninsular en textos del siglo xvi, pero con un perfil inconfundible, adquiriendo con el tiempo una morfosintaxis evolucionada y enriquecido por vocablos del entorno, del turco, griego, italiano o francés, por ejemplo. Y en el caso de la escritura: representado en caracteres hebreos. Estos textos aljamiados presentan pues las dificultades que las características de la escritura hebrea, no vocalizada, conllevan: los lectores que se acercan hoy a este material tendrán que habituarse a su desciframiento. Una vez habituados, se abre un mundo denso de saberes, tradiciones e innovaciones que revela la vitalidad de aquellos sefardíes que han sabido preservar su lengua, aunque ya son muy pocos quienes la hablen hoy día.

En cuanto a los títulos recogidos en judeoespañol, aunque ya hubo primeras obras impresas en vernácula aljamiada en el siglo xvi, la muestra en esta sección proviene casi toda del siglo xix, con algunas obras anteriores y unas que datan de los primeros años del siglo xx, antes del desmembramiento del viejo imperio turco y las dos grandes Guerras. En ese período de unos 150 años hubo una extraordinaria producción de literatura en judeoespañol que tiene que ver con la creciente secularización de las comunidades sefardíes, hasta entonces marcadas por un fuerte tradicionalismo. Con ediciones de Biblias [326*, 328, 330 y 353], libros de oraciones [327, 336, 339, 347 y 351] y toda una literatura moral [323, 325, 331, 335*, 337, 350* y 357], los rabinos sefardíes quisieron preservar la cultura tradicional rabínica. Al igual que en la literatura impresa en español y portugués para los ex conversos, aquí los guardianes del judaísmo sefardí quisieron oponer a crecientes iniciativas de secularización o incluso de misión cristiana el patrimonio de su cultura rabínica. En esta “prosa rabínica” de las prensas de Esmirna [340*], Constantinopla [324, 325, 337, 349* y 357], Salónica [331], y Belgrado [334 y 351] y Liorna [323] –entre otros lugares– se trasmite en judeoespañol todo el conocimiento judío tradicional, con una invaluable aportación de enseñanzas que proceden de la tradición, que fueron recogidas en colecciones de comentario bíblico bajo el título Meʽam Loʽez [329, 338, 348 y 352], “especie de enciclopedia en la que se integra la sabiduría atesorada durante siglos por las grandes autoridades del judaísmo” en palabras de Paloma Díaz-Mas.

Al lado de esta literatura piadosa escrita para preservar entre las masas la cultura tradicional judía en tiempos de cambio, surgieron también múltiples obras que acercaban el mundo moderno al pueblo sefardí, tanto en la extensa prensa judeoespañola [343*, 345, 358* y 360], como en obras traducidas de los grandes autores europeos de la época [359*], sin olvidar la propia creación literaria de novelas [356*] u obras de teatro [346*] por autores sefardíes. La pequeña muestra de este catálogo ya recoge en la extraordinaria difusión geográfica y gran variedad de géneros judíos y seculares la ‘urgente vitalidad’ de la prensa judeoespañola de entonces –siempre sin olvidar aquella cultura oral que seguía presente–.

Tres apartados completan la presente selección de “Sefárdica”. Uno, dedicado al hebreo y otras lenguas, da testimonio de los contextos de la cultura sefardí de cada lugar y tiempo. Nos recuerda que rabinos versados en una literatura en judeoespañol también publicaban obras eruditas en hebreo, que estaban al tanto de la última literatura europea, o que autores judíos se dirigían en las lenguas de comunicación erudita o popular a las sociedades en las que vivían, tanto para defender su posición en sociedad como para dirigirse, como en el caso de Grace Aguilar [371], a sus lectoras contemporáneas para guardar la identidad judía y simultáneamente impulsar la modernidad de la mujer. El apartado “Historia” expone el descubrimiento de los sefardíes, su historia y cultura en el mundo judío alemán ilustrado del siglo xix, los esfuerzos de los propios sefardíes de recoger su historia cuando su mundo ya se estaba transformando y los valientes intelectuales, españoles y portugueses, que redescubrieron y reivindicaron en la cultura ibérica el lugar que les corresponde a todos los descendientes de la Sefarad medieval derramados por el mundo.

Esta Sefárdica cierra con broche de oro en “Bibliografía y varia” evocando la pasión de los estudiosos bibliófilos, como el mismo fundador de Bibliotheca Sefarad, que nos abren a tantos lectores y lectoras una parcela de nuestro patrimonio humano de los que no conocíamos apenas nada y que nos resulta luego tan irresistible, fascinante e inseparable.

Harm den Boer
Catedrático de Literatura Iberorománica
Universidad de Basilea

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