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Contra judíos. Libros antijudíos en una España sin judíos.
Abril 2016
Esta quinta exposición organizada por Bibliotheca Sefarad es una amplia selección de libros antijudíos españoles publicados (casi) todos ellos en el período en el cual ni vivían ni podían vivir judíos en España.
Lo singular del antisemitismo –y esto no es una particularidad del español– es que es una de esas fobias que no requiere de la presencia del destinatario del odio, y que es absolutamente refractaria a la verdad y a los hechos. Durante siglos es capaz de perpetuar mentiras y calumnias que ya han sido refutadas y desenmascaradas, no ya por los propios judíos, sino por buenos cristianos.
En España, tras la expulsión de los judíos en 1492, los conversos (los judíos convertidos a la fuerza o como consecuencia de alguno de los decretos de expulsión, y sus descendientes) fueron segregados a través de los estatutos de limpieza de sangre, vigilados y perseguidos por la Inquisición, sospechosos de judaizar, vistos y tratados por la sociedad mayoritaria como judíos (sin serlo), pasando a ser los nuevos destinatarios de los prejuicios antijudíos. De hecho, y no sólo en lo que se refiere a la literatura antijudía, los judeoconversos eran denominados indistintamente conversos, judaizantes, hebreos o judíos, con independencia de que judaizaran o no.
La mayoría de estas obras no son sin más, como con frecuencia las han tratado estudiosos y bibliógrafos, apologéticas o de controversia religiosa, sino literatura antijudía. Ni los contenidos ni las intenciones de la mayoría de las producidas en este período tienen que ver con la apologética, la actividad misionera o con la voluntad de salvar almas. Las doctrinas y enseñanzas antijudías de la Iglesia comienzan casi desde el mismo momento del inicio de la expansión del cristianismo en la edad antigua. La enseñanza del desprecio y la incitación al odio desde los púlpitos, y las leyes conciliares contra los judíos, influyen de forma determinante en las leyes discriminatorias, conversiones forzosas, persecuciones, expulsiones y matanzas en los reinos cristianos. En lo que hoy denominamos mundo occidental, hasta más o menos mediados del siglo XIX, la judeofobia se basaba casi por completo en la religión. A este sustrato se irán incorporando en la edad contemporánea nuevos elementos más acordes con una sociedad que se iba distanciando de la religión en un contexto de progresiva separación entre iglesia y estado: científicos (los judíos como raza inferior), económicos (los judíos dominan la banca, el cine, el comercio, …), políticos (conspiración judía para controlar el mundo, el capitalismo, el comunismo y el universalismo son invenciones judías para destruir los cimientos de la sociedad, el estado de Israel como origen de todos los males), etc.
Los tratados antijudíos españoles fueron incorporando desde el siglo XV a los tradicionales argumentos de raíz religiosa, las calumnias basadas en las acusaciones de crímenes rituales y profanaciones, y desde el XVI, la mayoría de las obras incorporan planteamientos raciales (los conversos, con independencia de que judaícen o no, son judíos) y políticos (judíos/judeoconversos conspiran contra España, los cristianos, etc.).
Los libros aquí expuestos conforman una muestra significativa y representativa de los centenares de obras, opúsculos y folletos de carácter antijudío publicados en España con anterioridad a 1834. Se han incluido libros antijudíos propiamente dichos. Es decir, aquellos que tienen como tema central atacar al judaísmo y a los judíos (en ocasiones en compañía de musulmanes, luteranos u otros herejes). Por supuesto, las doctrinas, leyendas, acusaciones, prejuicios y calumnias contra los judíos están presentes, también, en infinidad de obras de los temas y géneros más variados. Los libros de vidas de santos solían incluir las de San Dominguito del Val y la del Santo Niño de La Guardia; los manuales de religión cristiana, llevaban con frecuencia algún apartado dedicado a las ceremonias y ritos judíos, presentados de forma denigratoria; la narración de la vida y muerte de Jesús, invariablemente iba asociada a la acusación de deicidio; etc. En la literatura española, desde sus mismos orígenes, estuvieron presentes los tópicos, leyendas y calumnias antijudías; por mencionar algunos títulos, autores o géneros: Cantar de mío Cid, Los milagros de Nuestra de Señora de Berceo, Las Cantigas de Alfonso X; en los cancioneros, pliegos de cordel y autos sacramentales; y en las obras de algunos de los más destacados autores de nuestro siglo áureo como Lope de Vega, Quevedo o Calderón de la Barca.
Bibliotheca Sefarad cuenta entre sus fondos con una amplia colección de libros antijudíos (y antisemitas) que incluye manuscritos, documentos, libros, publicaciones periódicas y folletos, pliegos de cordel, hojas sueltas, cómics, desde la edad media hasta nuestros días, en su mayoría publicados en España y Portugal: obras religiosas apologéticas, litúrgicas, literarias, ensayos y panfletos políticos, en latín, español, portugués y otras lenguas, originales y traducidas, etc.
De entre esta extensa colección, se han seleccionado aquellos que cumplen la doble condición de haber sido publicados 1) en España y/o ser de autoría española; y 2) en el periodo comprendido entre 1492 (expulsión de los judíos de España) y 1834 (llegada de los primeros judíos tras la abolición definitiva de la Inquisición).
Además se ha considerado oportuno incluir dos que no cumplen con ambos requisitos: una temprana edición del Scrutinium Scripturarum de Pablo de Santa María publicada en 1478, y una portuguesa del Breve discurso contra a heretica perfidia do iudaismo de Costa Mattos, obra de la que se expone una edición de su versión española. En la primera exposición de Bibliotheca Sefarad se incluyeron otros dos libros antijudíos que hubieran podido tener cabida en esta muestra: el Fortalitium fidei contra judeos, sarracenos, aliosque christiane fidei inimicos de Alonso de Espina (1485) y la primera edición de La fee triunfante en quatro autos celebrados en Mallorca… de Francisco Garau (1691), ambos expuestos en “Seis siglos de judaica: Un recorrido por Bibliotheca Sefarad”.
Para su exhibición y catalogación se han clasificado como sigue:
A. Contra la Sinagoga
Tratados, sermones y otros escritos, con planteamientos teológico-religiosos.
B. Calumnias
Obras y opúsculos monográficos sobre diversos episodios y leyendas relacionados con acusaciones de crímenes, asesinatos rituales y sacrilegios.
B.1. El asesinato de Arbués (Zaragoza, 1485)
B.2. El Niño de La Guardia, Toledo (ca. 1489)
B.3. El crucifijo agraviado de la Calle de las Infantas (Madrid, 1629)
B.4. Otras
C. Documenta
Impresos de contenido legal, y crónicas de acontecimientos.
Dentro de cada grupo se han ordenado por orden cronológico, tomando como fecha de publicación la más antigua de entre las ediciones expuestas de cada obra.
Para un mejor conocimiento de las obras expuestas, más de la mitad han sido completamente digitalizadas y son accesibles para su consulta en www.bibliothecasefarad.com.
Uriel Macías
Coordinador de la Exposición
Sobre judíos y cretenses
Entre el decreto de expulsión de 31 de marzo de 1492 y la muerte en 1833 de Fernando VII, que marcó el fin del absolutismo, la biblioteca española de judaica fue más bien un enorme repertorio de antijudaica. Toda la literatura antijudía responde a pautas muy similares, al menos en los países de mayoría cristiana –me refiero, naturalmente, a la literatura antijudía de raíz religiosa, no a la antisemita, que presenta mayor variedad, y en cuanto a la primera, sería pertinente, sin duda, establecer diferencias entre el antijudaísmo cristiano y el islámico-, pero es innegable que el antijudaísmo hispánico presenta asimismo particularidades propias que lo distinguen de otras variedades cristianas. Muchas de esas características, aquellas a las que mayor atención se ha prestado en la historiografía moderna, proceden del casticismo veterocristiano y de su fantasmagoría concomitante, el miedo al criptojudaísmo durante los siglos XVI al XVIII, y la obsesión con otro monstruo nacido de los sueños de la sinrazón, la conspiración judeomasónica, del XVIII al XX. Leo en un reciente libro de Luis Suárez, Lo que el mundo le debe a España (Barcelona, 2016), que el régimen de Franco debió proceder con una discreción y una ausencia de publicidad rigurosísimas en sus gestiones diplomáticas para salvar las vidas de numerosos judíos perseguidos por los nazis, porque la población española, durante los últimos años de la Segunda Guerra Mundial, estaba aún bajo la influencia de la propaganda hitleriana acerca de la conspiración judeomasónica. Sin embargo, lo de la conspiración judeomasónica no fue un invento nazi, sino un fantasmón creado por la derecha católica española, a partir de materiales franceses, desde finales del siglo XVIII. Esta sí que es una de las indiscutibles aportaciones que el mundo le debe a España.
Lo que los nazis inventaron fue otra cosa, el mito judeobolchevique, o sea, la identificación del comunismo con el judaísmo, pretexto que sirvió, como es sabido, para presentar el “Holocausto de la bala” en los territorios soviéticos invadidos por la Wehrmacht como una cruzada contra el bolchevismo, en la que intervinieron varias decenas de miles de voluntarios españoles encuadrados en la División Azul con el espíritu obnubilado por la lectura de los Protocolos de los Sabios de Sión o las arengas políticas en ellos basadas durante la II República y la guerra civil. La famosa falsificación de comienzos del siglo XX, debida a panfletistas pagados por la policía zarista, fue publicada por distintas editoriales católicas durante el período constituyente republicano y proporcionó a las derechas españolas un antisemitismo de síntesis entre el tradicional antijudaísmo religioso y la judeofobia secular moderna, que preparó para la recepción entusiasta de la propaganda nazi, a la que tan adictas fueron dichas derechas, según reconoce Luis Suárez. Como en España no había muchos judíos a finales de los años treinta del pasado siglo, los vencedores de la guerra civil se ensañaron con la masonería, identificada aún con los judíos por la inercia del mito judeomasónico, que iba ya de retirada ante la irrupción del nuevo mito judeobolchevique íntimamente vinculado al antisemitismo nazi. Obviamente, estos dos mitos produjeron una nutrida biblioteca antijudaica, pero no es ella de la que se ocupa la presente exposición.
El antijudaísmo de la España del Antiguo Régimen recurrió al mito del criptojudaísmo, no al de la conspiración judeomasónica, que tuvo su origen en los años de la crisis final de la monarquía absoluta y de su subordinación a la Iglesia. Si el enemigo a batir por las derechas católicas españolas del XIX y primera mitad del XX fue la masonería, como sucedáneo de los judíos en un país sin judíos hasta 1834 o con muy pocos desde entonces hasta el fin del Protectorado español en el norte de Marruecos, el enemigo del casticismo fue el judaizante, criptojudío o marrano, es decir, el converso o descendiente de conversos que practicaba en secreto la religión prohibida. Ahora bien, los judaizantes auténticos fueron escasos en la metrópoli del Imperio hispánico. Hubo más en las colonias americanas, donde el sincretismo predominante en el orbe indiano favorecía el camuflaje de los judíos nuevos (cierto sincretismo caracteriza aún a no pocas comunidades sefardíes en Brasil, como lo hizo en su día a los portugueses exiliados en Francia y Holanda). En España, la actividad inquisitorial y la discriminación negativa se abatieron sobre los conversos y descendientes de conversos, ante todo sobre los descendientes de judíos conversos, los llamados “cristianos nuevos”, objeto de permanente sospecha de criptojudaísmo.
Nada de esto resulta novedoso. Pero acaso lo sea suponer que la singularidad del antijudaísmo religioso español, que hizo de la diferencia entre cristianos viejos y nuevos un rasgo biológico (en mucha mayor medida que el cristianismo de otros países), pudo deberse a la influencia del islam, con el que la cristiandad ibérica convivió durante ocho siglos. Me explicaré: la culpabilidad radical que el cristianismo atribuía a los judíos se refería al deicidio. Matar a Cristo habría sido el crimen fundamental de los seguidores de la Ley de Moisés y el origen de su inevitable degradación. Para los musulmanes, en cambio, el crimen judaico era la mendacidad, la mentira: haber ocultado y borrado las profecías bíblicas sobre el advenimiento de Mahoma. Esta caracterización islámica de los judíos como pueblo falsario y mendaz influyó decisivamente, a mi juicio, en el estereotipo dominante del judío (y del converso de judío) en la mentalidad de los cristianos de la España medieval. Veamos, por ejemplo, los versos finales del Auto de los Reyes Magos de la Catedral de Toledo, compuesto a finales del siglo XII, que no fue obra culta, sino destinada a los fieles, al pueblo menudo. En los mencionados versos (127-147) Herodes convoca a los rabinos para saber de ellos dónde ha de nacer el Mesías:
RABÍ [1º] | Rey, ¿qué te plaze? Henos venidos. |
HERODES | ¿Í traedes vostros escriptos? |
RABÍ [1º] | Rey, sí traemos, los mejores que nos avemos. |
HERODES | Pues catad, dezidme la vertad si es aquel ome nacido que esto tres rees m’an dicho. Dí, rabí, la vertad, si tú lo as sabido. |
RABÍ [1º] | Por veras vos lo digo que no lo fallo escripto. |
RABÍ [2º] | ¡Hamihala. Cúmo eres enartado! ¿Por qué eres rabí clamado? Non entendes las profecías, las que nos dixo Jeremías. ¡Por mi ley, nos somos errados! ¿Por qué non somos acordados? ¿Por qué non dezimos vertad? |
RABÍ [1º] | Yo non la sé, par caridad. |
RABÍ [2º] | Porque non la avemos usada Ni en nuestras vocas es fallada.* |
Lo que produciría perplejidad en cualquier cristiano de más allá del Pirineo es que los rabinos del Auto español aparezcan irremisiblemente criminalizados y condenados como fatalmente mentirosos antes de la muerte de Jesús. En otras palabras, el cristianismo hispánico no espera al deicidio para condenar a los judíos. Esto lo hacían los musulmanes, que no contemplaban la crucifixión de Jesús como un deicidio. Ni siquiera como un homicidio ni como una muerte, porque Isa (Jesús) no habría muerto. Su muerte, según la tradición islámica, fue sólo ilusoria, apariencia engañosa (los criptojudíos portugueses, en sus tradiciones sincréticas, recogen la especie de que Jesús fue enviado por Dios para redimir al mundo, pero se durmió y no pudo hacerlo. Se trata en realidad de una tradición musulmana, muy extendida entre los moriscos españoles). La antelación de la condena de los judíos respecto a la muerte de Cristo constituye un índice muy revelador de la racialización hispánica de la diferencia religiosa, pero, sobre todo, explica por qué los cristianos viejos españoles consideraban a todos los conversos y a sus descendientes como falsos cristianos. Fue seguramente porque adoptaron la especie islámica de que los judíos no saben decir la verdad, de que mienten siempre, como los cretenses de la paradoja lógica. Por tanto, sus conversiones son, sin remedio, conversiones fingidas, y no merece la pena esforzarse en convertirlos con argumentos teológicos. De ahí el tono virulentamente antijudío, y nada apologético, de la mayor parte de la biblioteca española de judaica que refleja esta excelente muestra.
Jon Juaristi
Catedrático de Literatura Española
(*) La cursiva está remarcada